El siglo XIX en México fue un periodo de profundas transformaciones políticas, sociales y culturales que influyeron notablemente en la arquitectura. Tras la independencia en 1821, el país buscó consolidar su identidad nacional, lo que se reflejó en las edificaciones de la época. Sin embargo, las constantes luchas internas y la inestabilidad política limitaron el desarrollo arquitectónico durante gran parte del siglo.

A finales del siglo XIX y principios del XX, durante el Porfiriato (1876-1911), México experimentó un auge económico y una apertura hacia influencias extranjeras, especialmente europeas. Este periodo propició la construcción de edificaciones emblemáticas que combinaban estilos historicistas y modernistas. Arquitectos como Emilio Dondé y Adamo Boari dejaron una huella significativa en la fisonomía urbana de la Ciudad de México. Dondé, por ejemplo, fue responsable de proyectos como la Casa Boker (1898), que refleja la influencia del eclecticismo europeo en la arquitectura mexicana. Por su parte, Boari, de origen italiano, diseñó el Palacio Postal y el Palacio de Bellas Artes, aunque este último se concluyó en décadas posteriores.

Es importante señalar que, aunque muchas de estas obras se iniciaron en el siglo XIX, su culminación y pleno esplendor se dieron en el siglo XX, debido a los desafíos técnicos y financieros de la época. La transición hacia el siglo XX marcó una evolución en la arquitectura mexicana, integrando avances tecnológicos y nuevos estilos que definirían el paisaje urbano del país en las décadas siguientes.